
Bouyssede explicó que la diplomatura trasciende los enfoques tradicionales sobre paz y conflicto, y se propone utilizar la educación como herramienta de reflexión crítica. “Analizamos las distintas formas de violencia que se manifiestan en distintos niveles: no solo la directa, que es la más visible, sino también las violencias estructurales y culturales, que están tan naturalizadas que muchas veces ni las notamos”, señaló.
Según la especialista, estos patrones están arraigados en formas de relacionarnos que aprendemos desde chicos, donde el poder se concibe de manera autoritaria y vertical. “Creemos que los problemas solo se resuelven desde arriba, y no confiamos en nuestra propia capacidad como ciudadanos”, advirtió.
También hizo hincapié en la forma en que gestionamos los conflictos: “Tenemos muy instalada la idea de que el conflicto se resuelve eliminando al otro, y eso forma parte de una lógica cultural violenta que debemos revisar”.
Entre los temas centrales de la entrevista, Bouyssede destacó la falta de reconocimiento genuino del otro y la dificultad para escuchar activamente. “Muchas veces dejamos hablar al otro, pero no creemos que lo que diga nos va a servir de algo. Falta humildad para aceptar otras miradas”, sostuvo.
La directora remarcó además la necesidad de distinguir entre conflicto y violencia: “El conflicto en sí no es negativo, es parte de toda convivencia. El problema es cómo lo resolvemos. Hoy pareciera que la única herramienta que conocemos es el poder, y no el diálogo”.
Con un enfoque innovador, la Diplomatura en Paz y Seguridad propone repensar nuestras prácticas cotidianas para desnaturalizar formas de violencia arraigadas en la cultura y construir herramientas colectivas para una convivencia más justa.