
En las últimas horas, mientras crece el escándalo por el brutal recorte de 10.000 cápitas de PAMI que dejará a miles de abuelos a merced de una sola clínica privada con atención deficiente, Cerezuela decidió esconderse. No atendió llamados de periodistas locales y solo habló con un pequeño canal de YouTube “propio”, desde donde descalificó a toda la prensa que no le rinde pleitesía: “Periodistas ensobrados, pauteros de mierda”, lanzó sin filtro. Una acusación temeraria y sin fundamentos, dirigida a quienes simplemente muestran datos, denuncian recortes y plantean preguntas que él prefiere evitar.
La actitud del referente libertario preocupa. Mientras se suma con entusiasmo al recorte de derechos básicos, también ataca a los medios independientes que visibilizan el impacto de esas políticas. Como si no alcanzara con quitarle salud a los jubilados, ahora apunta a callar a quienes lo exponen con información concreta.
Periodistas como Miguel Abálsamo, Horacio Castelli y Alejandro Sánchez lo advirtieron claramente: en política no todo vale y cuando se cruzan ciertos límites, la violencia verbal puede traducirse en hechos concretos. ¿Qué pasa si mañana un trabajador de prensa sufre una agresión o un accidente? ¿Quién se hace responsable de haber puesto esa idea en la calle?
Cerezuela no solo demuestra intolerancia a la crítica. También se exhibe como un dirigente incapaz de sostener el diálogo democrático, que responde con insultos y desprecio a cualquier disenso. En Necochea, hay una máxima de barrio: “Con los abuelos, no”. Pero para los libertarios locales, parece ser “con todos los que no piensan igual, sí”.
¿La violencia es el camino? ¿Apuntar a periodistas es parte del nuevo contrato social? La motosierra ya no corta solo presupuestos. Corta puentes de diálogo, arrasa con derechos y ahora quiere silenciar voces. Y eso, en democracia, siempre es peligroso.