
Pero el problema no fue lo que propuso, sino cómo lo dijo.
Entre idas y vueltas, con frases desprolijas y contradicciones, Cerezuela lanzó una declaración que lo dejó al desnudo:
“Si nosotros hubiéramos hecho algo hace cuatro años atrás, ese emprendimiento ya estaría generando dinero, ya estaría generando retornos”.
Sí, dijo “generando retornos”. Y no hablamos de beneficios para la ciudad, sino de lo que en la jerga política todos entienden como “retornos”: coimas.
La frase de Cerezuela no cayó en saco roto. La palabra elegida no es inocente, mucho menos en el contexto nacional. Es imposible no asociar sus dichos con el escándalo que envuelve a Karina Milei, hermana del presidente, acusada de pedir el famoso 3% en retornos de contratos vinculados a medicamentos para personas con discapacidad.
En definitiva, Cerezuela se mostró más papista que el Papa: ni siquiera espera llegar al Concejo para blanquear cómo imagina los negocios entre el Estado y el privado. Lo que en otros disimula, él lo dice sin filtro.
Suena sarcástico, pero es literal: para el candidato libertario, la venta del Casino no solo sería un negocio… también un nuevo generador de “retornos”.