
En menos de 24 horas, la ciudad perdió dos pilares de su estructura industrial y social, sumando preocupación en toda la comunidad y el sector gremial.
Fundado en 1930, Anselmo fue durante generaciones uno de los mayores motores económicos de Tres Arroyos, faenando miles de cabezas de ganado por mes y generando empleo directo e indirecto en toda la región.
Sin embargo, una combinación de caída en el consumo interno, deudas millonarias, conflictos laborales y la falta de materia prima derivó en el pedido de quiebra presentado el pasado 24 de septiembre.
El cierre deja a 100 trabajadores directos sin empleo y amenaza con golpear a proveedores, transportistas y comercios locales.
Desde el Sindicato de la Carne, su secretario general, Néstor García, calificó la situación como “un vaciamiento progresivo que terminó destruyendo una historia de casi un siglo de trabajo”.
La empresa Mustad Argentina, filial de la histórica marca noruega de herraduras fundada en 1832, confirmó su cierre definitivo el 27 de septiembre.
Instalada en Tres Arroyos desde 1997, fue referente en la producción y exportación de herrajes de aluminio para caballos de carrera y polo, con un 80% de sus productos destinados al exterior.
La devaluación, los altos costos energéticos y la competencia brasileña hicieron inviable la continuidad de la planta, dejando sin trabajo a 55 operarios.
“El cierre fue abrupto, apagaron los hornos con el metal fundido adentro”, lamentó Gustavo Acosta, de la UOM local.
El impacto económico es profundo. Tres Arroyos, reconocida por su perfil agroindustrial, sufre ahora una pérdida masiva de empleo y de dinamismo económico. Los gremios advierten que la tasa de desempleo podría aumentar varios puntos y reclaman medidas urgentes de contención.
Desde la CGT local calificaron la situación como “días tristes para Tres Arroyos”, y señalaron que “las políticas de ajuste nacional están asfixiando a las pymes y dejando en la calle a cientos de familias”.
La ciudad, que alguna vez se enorgulleció de ser un polo industrial del sudoeste bonaerense, hoy enfrenta un escenario incierto: galpones vacíos, familias sin ingresos y un reclamo creciente por políticas de reactivación que frenen la sangría laboral.