Empresarios del rubro aseguran que el problema central es la fuerte retracción del poder adquisitivo. “La gente está comprando comida con tarjeta, no ropa ni zapatos”, describieron desde la Cámara del Sweater, reflejando una realidad que atraviesa todo el país.
La apertura indiscriminada de las importaciones impulsada por el gobierno nacional también agrava el panorama. En los últimos meses se habilitaron más de 14.000 nuevas CUIT de importadores, y hoy cerca del 60% de la ropa que se consume en Argentina es importada, generando una sobreoferta que el mercado interno no logra absorber.
Datos del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) muestran que, medidos en moneda constante, los precios de la indumentaria y el calzado bajaron más de 30% desde 2023, mientras los servicios aumentaron un 53%, reflejando el desequilibrio entre sectores.
Sin embargo, la baja de precios no representa un alivio para la industria. “Sobran zapatos, pero falta gente que pueda comprarlos”, sintetizan desde la Cámara de la Industria del Calzado, que advierte sobre el cierre de locales y la reducción de personal en fábricas del conurbano bonaerense.
La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) reclamó al Gobierno nacional la reactivación de planes de financiamiento y medidas que impulsen el consumo interno, al sostener que “sin poder adquisitivo, ninguna industria se sostiene”.
A la par, la deuda con tarjetas de crédito creció un 55% real entre julio de 2024 y julio de 2025, según datos del Banco Central, alcanzando a 11,5 millones de personas, lo que equivale a casi una de cada cuatro personas en el país.
Los empresarios coinciden en que el gran desafío para 2026 será recuperar la demanda interna, ya que la estabilidad macroeconómica no alcanza si las familias no pueden cubrir sus necesidades básicas. En un contexto donde las góndolas se llenan pero los bolsillos se vacían, la economía argentina enfrenta un dilema que va más allá de los números: el consumo esencial se sostiene hoy, en gran parte, a crédito.