por clarin
Felipe “Tito” Vera (75) y Stella Maris Castro (66) atraviesan hoy un nuevo golpe emocional. Este 1° de diciembre se cumple un año del femicidio de su hija, Magalí Vera, asesinada a los 34 años por su esposo, Javier Cerfoglio (39), quien la golpeó salvajemente tras una fiesta de casamiento y arrojó el auto al Río Quequén, donde la joven murió ahogada.
Pero al dolor inconmensurable por la pérdida se suma otro sufrimiento que no cede: hace siete meses y medio no pueden ver a su nieto de 13 años, quien vive con sus abuelos paternos y mantiene el vínculo totalmente cortado. Una orden judicial les prohíbe hablar públicamente del menor.
La última vez que lo vieron fue el 17 de abril, días antes de Semana Santa. El chico llegó a su casa a buscar algunas pertenencias. Desde entonces, los intentos de contacto fueron en vano: mensajes sin respuesta, bloqueo en redes y una respuesta seca de la consuegra cuando Stella le pidió que le pidiera al nene que respondiera: “Hablá con mi abogada”.
Un aniversario atravesado por el silencio y la ausencia
Este domingo es especialmente doloroso: para la familia Vera-Castro, es un año sin Magalí y siete meses sin poder abrazar a su nieto. Una ausencia que se siente doble.
Para recordar a “Magui” y mantener vivo el reclamo de justicia, los familiares convocan a un homenaje este lunes a las 18 en el Espacio de las Mariposas, en avenida 58 entre 59 y 57, en la Plaza de la Memoria. En ese lugar fue inaugurada en junio una placa que la recuerda como madre, hija, hermana y pastelera, “dulce como los colibríes”.
El femicida, preso y camino al juicio oral
Cerfoglio está detenido en el penal de Batán, en el pabellón evangélico, y enfrenta una acusación por homicidio cuádruplemente calificado —por ensañamiento, por violencia de género y por femicidio—, tras la investigación de los fiscales Walter Pierrestegui y Marcos Bendersky. Su familia, sin embargo, persiste en hablar de “accidente” y “fallecimiento”, negándose a reconocer el femicidio incluso ante trámites judiciales.
Incluso desde la cárcel intentó denunciar a sus exsuegros, alegando que lo “mandaron a matar”, en un intento desesperado por victimizarse.
Una reconstrucción que duele todos los días
La madrugada del 1° de diciembre de 2024 quedó marcada como la noche del horror. Después de preparar una torta de dos pisos para una pareja que se casaba, Magalí asistió con Cerfoglio al festejo. Horas después, una discusión derivó en golpes feroces en plena calle. Las cámaras de seguridad lo captaron: el auto rojo circulando a alta velocidad, desviando hacia el río y cayendo al agua.
La autopsia confirmó lo que las imágenes anticipaban: Magalí tenía múltiples golpes compatibles con violencia de género y murió por asfixia por sumersión.
Hoy, su auto Honda Fit permanece en un depósito policial. “Es chatarra, no lo queremos”, dice la familia. Lo único que desean es justicia y poder reencontrarse algún día con su nieto.
“Vivimos el día a día”
Mientras continúan con tratamiento psicológico, avanzan con una demanda civil contra Cerfoglio para evitar que venda bienes familiares como la casa, una camioneta Fiat Toro y una moto que apenas tenía un mes cuando ocurrió el crimen.
“Vamos pasando el día a día”, repiten Felipe y Stella, dos padres que enfrentan una tragedia imposible de reparar, y un aniversario que vuelve a exponer la brutalidad de un femicidio que marcó a Necochea.