En una extensa entrevista, Valdés reconoció que durante muchos años se postergó a sí misma, especialmente en sus primeros vínculos y maternidades. “Me postergué como mujer por mi propia inseguridad”, confesó, al analizar sus relaciones con Sebastián Ortega y Marcelo Tinelli, dos etapas muy distintas de su vida, atravesadas por la exposición pública y la crianza de sus hijos.
La necochense explicó que fue madre muy joven y que durante ese período su identidad estuvo puesta casi exclusivamente en el cuidado de los demás. Con el tiempo, y tras experiencias dolorosas, logró correrse del lugar de la culpa y la victimización para asumir un camino de autoconocimiento. “Me hice cargo de mis demonios”, afirmó, destacando el trabajo personal que realizó para alcanzar un mayor equilibrio.
Actualmente, Guillermina atraviesa un momento de transformación también en lo profesional, con su regreso al teatro en la obra El divorcio del año, donde interpreta a un personaje que la interpela desde lo emocional y la conecta con temas actuales como la salud mental, los vínculos y la exposición en redes sociales.
Además, habló de su rol como madre, de la relación con sus hijos y de cómo hoy prioriza lo simple y lo esencial, alejándose de estructuras que ya no la representan. Sin esquivar temas sensibles de su historia familiar, también contó cómo impactó en su vida descubrir de adulta la existencia de un hermano fallecido cuando ella era bebé.
Con la franqueza que la caracteriza, Guillermina Valdés —una de las figuras más reconocidas surgidas de Necochea— dejó en claro que su presente está marcado por la conciencia, la introspección y la decisión de vivir con mayor coherencia emocional, sin repetir viejos patrones y valorándose desde un lugar propio.