Por James Gorman y Carl Zimmer
En un ensayo de 1988 sobre las pandemias, Joshua Lederberg, Premio Nobel de Medicina y presidente de la Universidad Rockefeller, le recordó a la comunidad médica que en lo relativo a enfermedades infecciosas, las leyes de Darwin son tan importantes como las vacunas de Pasteur.
Mientras la medicina lucha contra bacterias y virus, estos organismos continúan experimentando mutaciones y desarrollan nuevas características.
Ante esa situación, Lederberg recomendó la supervisión: “Nosotros, la especie humana, no tenemos garantía de que siempre saldremos ganadores en la competencia natural evolutiva con los virus”.
Con los recientes anuncios de lo que parecen ser propuestas seguras y efectivas de vacunas todo parece indicar que, en esta oportunidad, la humanidad podría volver a ser la ganadora, aunque con una terrible pérdida de vidas.
Pero las vacunas no le pondrán fin a la evolución de este coronavirus, tal como lo reportaron recientemente David A. Kennedy y Andrew F. Read, investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania que estudian la resistencia viral a las vacunas, en la revista académica PLoS Biology. En cambio, podrían impulsar un nuevo cambio evolutivo.
Según escriben ambos autores, siempre existe la oportunidad, aunque pequeña, de que el virus pueda desarrollar una resistencia a la vacuna, lo que los investigadores llaman “escape viral”. Los expertos insisten en que debe hacerse un monitoreo de los efectos de las vacunas y la respuesta de los virus.
“Nada de lo que estamos diciendo sugiere que frenemos el desarrollo de vacunas”, expresó Kennedy. Una vacuna efectiva es de gran importancia, explicó, “pero hay que asegurarse de que la vacuna permanezca efectiva”.(Reuters)
Los fabricantes de vacunas pueden usar los resultados de los hisopados nasales tomados a voluntarios durante las pruebas y buscar entre ellos algún cambio de orden genético en el virus. Los resultados de las pruebas no deben detener o retrasar el lanzamiento de la vacuna, pero si los receptores de la vacuna muestran algún cambio en el virus que aquellos que recibieron un placebo no muestran, eso podría indicar que “el potencial para la resistencia podría desarrollarse”, algo que los investigadores deberían seguir vigilando.
Hay algunas razones para ser optimista ante la posibilidad de que el coronavirus no se vuelva resistente a las vacunas. Hace varios años, Kennedy y Read presentaron un análisis de la diferencia entre la resiliencia a drogas y vacunas. Ni las bacterias ni los virus desarrollaron resistencia a las vacunas tan fácilmente como lo hicieron frente a los fármacos, escribieron ambos. La vacuna de la viruela nunca perdió su efectividad ni tampoco lo hicieron las vacunas para el sarampión y la polio, a pesar de su uso constante a través de los años.
Los antibióticos, por otra parte, pueden volverse inservibles rápidamente ante la evolución de las defensas de organismos como virus y hongos. Y la resiliencia se genera ante otros fármacos también.
Las razones de esto están relacionadas con los principios básicos de evolución e inmunidad. Las dos diferencias claves son que las vacunas generalmente actúan antes que los fármacos y que la respuesta inmune natural que provocan es usualmente más variada, con más líneas de ataque. Un fármaco podría estar dirigido a un objetivo particular, a veces atacando una vía del metabolismo o un proceso bioquímico.
Con la mayoría de los fármacos, el virus o la bacteria se ha estado reproduciendo en el cuerpo del paciente y si una variante está mejor capacitada para sobrevivir el ataque de la droga, continuará creciendo y quizás será transmitida a otro paciente. Una combinación de fármacos, como en el tratamiento del VIH, puede ser más efectivo porque desencadena un ataque desde múltiples frentes.
Las vacunas, por otro lado, actúan de manera temprana, antes que el virus comience a proliferar y quizás cambiar dentro del cuerpo del paciente. Así que allí no hay nuevas variantes, como aquellas que se gestan durante el ataque de un fármaco que crecen y se propagan desde la persona infectada.
Las vacunas le ofrecen al sistema inmunitario del cuerpo un vistazo del virus y entonces, el sistema inmunitario construye un ataque de respuesta amplia. Por ejemplo, después de una inyección de tétanos, el sistema inmunitario de una persona puede producir hasta 100 anticuerpos diferentes.
Algunas vacunas, sin embargo, llevan a los virus a desarrollar resiliencia, según reportaron Kennedy y Read en su artículo del año 2015. Una vacuna detuvo a la enfermedad de Marek, una patología que afecta a las aves y es importante comercialmente. Pero el virus podría infectar aún a los pollos. Este se replicó y diseminó sin causar la enfermedad y rápidamente desarrolló resistencia.
En humanos, un tipo de bacteria que causa neumonía desarrolló resistencia a la vacuna cuando la bacteria se recombinó en el ambiente con cepas que eran naturalmente resistentes. Una vacuna para la hepatitis B creó anticuerpos que únicamente atacan una pequeña parte de la proteína, un bucle creado por nueve aminoácidos, que es diminuto en términos de proteína. No creó un ataque mayor. Una vacuna contra la tos ferina también parece haber creado resistencia. Sirvió para repeler la enfermedad, pero estaba dirigida solo a algunas proteínas y no fue efectiva al detener la infección y transmisión del virus.
Las vacunas del coronavirus que están en desarrollo ahora usan diferentes maneras para generar una respuesta en el sistema inmunitario. Algunas vacunas del coronavirus que se desarrollan o usan en Rusia y China usan partículas completas del virus, desactivadas o atenuadas, para despertar una respuesta del sistema inmunitario.
Muchos otros proyectos de vacunas, como las de Pfizer y Moderna que están siendo evaluadas por la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos para que se permita su uso por primera vez, tan pronto como en diciembre, deben generar una reacción en el sistema inmunitario usando solo una porción del coronavirus, la llamada proteína de espiga, que ofrecería pocos objetivos que atacar.
Pero Kennedy dijo que eso no es necesariamente un problema.
“Una vacuna basada solo en esa proteína tiene el potencial para generar una respuesta inmunitaria amplia”, explicó, “porque hay múltiples lugares en esa proteína de espiga donde potentes anticuerpos neutralizantes puedan enlazarse”.
© The New York Times 2020