
El XXXII Congreso de la FIFA celebrado en Roma en 1960 designó a Inglaterra como sede para la Copa del Mundo de 1966. España había presentado su candidatura pero la retiró poco antes del Congreso dejando la elección entre Inglaterra y Alemania. El presidente de la FIFA, el inglés Stanley Rous utilizó todo su poder para inclinar la balanza en favor de la candidatura británica, y llegado el momento de la votación Inglaterra se impuso a Alemania por 34 votos a 27. El país que había inventado el fútbol organizaría por primera vez el máximo evento a nivel mundial. A partir de allí todos los esfuerzos del Comité Organizador se encaminarían a organizar un torneo donde las posibilidades del equipo local se vieran favorecidas al máximo.
Dieciséis selecciones participarían del Mundial, que se jugaría con el mismo sistema de las dos copas anteriores. Habría diez cupos para selecciones de Europa, cuatro para Sudamérica, uno para Norteamérica y uno a disputar entre Asia y África. Las selecciones africanas, considerando que debían tener derecho a un cupo propio protestaron, pero la negativa de la FIFA a reconsiderar los cupos provocó que todos los seleccionados africanos se retiraran, al igual que Siria y Corea del Sur, quienes se solidarizaron con los equipos africanos. Finalmente los clasificados fueron Inglaterra (como anfitrión), Bulgaria, Alemania Federal, Francia, Portugal (que eliminó en la clasificación a Checoslovaquia, la vigente subcampeona mundial), Suiza, Hungría, URSS, Italia y España por Europa; Brasil (campeón de la edición anterior), Argentina, Uruguay y Chile por Sudamérica; México por Centro y Norteamérica, y Corea del Norte que venció a Australia en la eliminatoria del resto del mundo.
Todo estaba listo para celebrar la VIII Copa del Mundo, pero a menos de dos meses de comenzar a rodar la pelota sucedió algo que quedaría grabado en el historia negra de Scotland Yard, la orgullosa policía de investigaciones inglesas. El 20 de marzo de 1966 la Copa “Jules Rimet”, que estaba siendo exhibida al público en una iglesia de Westminster fue robada. La Copa, que había sobrevivido a las bombas de la II Guerra Mundial escondida debajo de la cama del presidente de la Federación Italiana, desaparecía ahora en medio de rigurosas medidas de seguridad en la cuna del fútbol. La desaparición de la copa llegó a las primeras planas de los diarios de todo el mundo y se transformó en una cuestión de Estado en Inglaterra. Todo Scotland Yard se movilizó de inmediato, pero las investigaciones fueron inútiles, no había rastros de la “Jules Rimet”. La humillación fue total cuando, el 27 de marzo, un perro casero de nombre Pickless, encontró la copa abandonada en el jardín de la casa de su dueño, en Beulah Hill. Ni los miles de efectivos, ni los cientos de sabuesos de Scotland Yard pudieron lograr lo que sí consiguió un pequeño perro: restituir la Copa del Mundo y salvar a Inglaterra de una vergüenza mayor.
Con las dieciséis selecciones clasificadas y la copa en su lugar estaba todo listo para comenzar una nueva edición de la Copa del Mundo. Quizá, la más polémica de todas. Los organizadores se ocuparon de que los principales candidatos jugaran lejos de Londres y con poco descanso entre partido y partido. El grupo 1 emparejó a los anfitriones junto a Uruguay, Francia y México. El debut inglés no fue muy auspicioso, empatando en 0 ante los uruguayos. Pero se recuperó en los siguientes partidos venciendo a México (que había tenido dos días menos de descanso) y a Francia (que había jugado la segunda fecha sólo 48 horas después de su debut), en ambos casos por 2 a 0. De esta forma lideraron su grupo, escoltados por Uruguay que había derrotado a Francia e igualado con México.
El grupo 2 estuvo integrado por Alemania, Argentina, España y Suiza. Alemanes y argentinos clasificaron luego de derrotar a España y Suiza y empatar 0 a 0 en el encuentro jugado entre ellos. En el grupo 3 se vieron las caras Brasil, Hungría, Portugal y Bulgaria. Brasil partía como favorito, era el actual bicampeón y mantenía a Pelé y Garrincha como principales figuras. Los brasileros comenzaron ganando ante Bulgaria, pero la indulgencia de los árbitros ingleses ante el juego excesivamente brusco de húngaros y portugueses contribuyó a sendas derrotas brasileras. Pelé, duramente golpeado ante la impasible mirada de los jueces jugó los últimos dos partidos prácticamente en una pierna, y por única vez en la historia Brasil quedó eliminado en la primera fase de un Mundial. Con Brasil afuera el plan de los organizadores comenzaba a dar sus frutos.
En el grupo 4 se dio la mayor sorpresa de este Mundial. El sorteo había emparejado a Italia, URSS, Chile y Corea del Norte. Los equipos europeos comenzaron ganando, como se esperaba, sus encuentros inaugurales, la URSS a los norcoreanos e Italia a los chilenos; en la segunda fecha la URSS selló su clasificación al derrotar por la mínima a Italia, mientras que Corea y Chile igualaron en un gol. Italia debía conseguir un empate para asegurar la clasificación a cuartos, pero la débil y desconocida Corea del Norte sorprendió a los italianos con un gol en la primera mitad y se metió por primera y única vez entre los ocho mejores de una Copa del Mundo. Otro candidato que quedaba eliminado.
El favoritismo hacia los equipos europeos en general, y hacia Inglaterra en particular se haría más evidente a partir de la segunda ronda. El Comité Organizador llamó de urgencia a una reunión para designar a los árbitros que dirigirían los partidos de cuartos de final, a sabiendas de que los delegados de los principales países involucrados se encontraban lejos de Londres. Cuando finalmente llegaron a la capital inglesa se encontraron con que Stanley Rous, con apoyo del delegado africano ya había definido los árbitros que estarían en los partidos decisivos. Un juez inglés se encargaría de dirigir Uruguay – Alemania Federal, mientras que un árbitro alemán impartiría “justicia” en el encuentro entre Argentina e Inglaterra. Alemania derrotaría con contundencia a Uruguay, 4 a 0, luego de que el árbitro inglés expulsara a dos jugadores uruguayos cuando el partido estaba 1 a 0 y Uruguay amenazaba con el empate. Sobre el encuentro entre Inglaterra y Argentina se ha escrito mucho: ¿Se sentó Rattín en la alfombra de la reina? ¿Comió los chocolates que le arrojaban los hinchas ingleses? ¿Rompió la banderita británica que hacía las veces de banderín del córner? Lo cierto es que el histórico mediocampista argentino se fue expulsado a los 35 minutos luego de ir a protestar un fallo arbitral. Rattin simplemente le había hablado y era imposible que se entendieran dado que no hablaban ningún idioma en común. Al finalizar el encuentro el árbitro alemán dio sus razones: “Es que me miró con mala intención. Por eso me di cuenta de que me había insultado”, manifestó Rudolf Kreitlein. Un cabezazo de Geoffrey Hurst a poco del final dio a Inglaterra el pase a la semifinal. El primer objetivo estaba logrado, ningún equipo sudamericano había logrado llegar a semifinales. En los otros dos partidos, la URSS venció a Hungría por 2 a 1, mientras que Portugal, en un auténtico partidazo, venció a los sorprendentes norcoreanos por 5 a 3; Corea estuvo a punto de dar otro batacazo llegando a estar 3 a 0 arriba, pero Portugal logró dar vuelta el marcador gracias a una magistral actuación de su estrella, Eusebio, que convirtió cuatro goles. La pantera terminaría como goleador del Mundial con 9 tantos.
Los escándalos continuarían en semifinales. El calendario del torneo había dispuesto que el ganador del cuarto de final disputado en Wembley debería viajar a Liverpool para jugar la semifinal. Sin embargo, luego de la victoria de Inglaterra sobre Argentina en el mítico estadio inglés, el Comité Organizador dispuso que el seleccionado inglés continuara jugando en Wembley y que fueran los portugueses quienes viajaran hasta Londres. Inglaterra jugó su mejor partido del torneo y no necesitó ayudas arbitrales para vencer a Portugal por 2 a 1. En la otra semifinal, Alemania derrotó por el mismo marcador a la URSS. Ingleses y alemanes se verían las caras en la final.
El 30 de julio 100.000 espectadores colmaron Wembley para presenciar la final más polémica de la historia de los Mundiales, y también una de las más emocionantes. Los alemanes se pusieron en ventaja a los ’12, pero los ingleses llegaron rápidamente al empate con gol de Hurst. La primera mitad terminó igualada en uno. Un gol de Peters a los ’32 del segundo tiempo le dio la ventaja a los ingleses y parecía que todo estaba dado para el festejo de los anfitriones, pero un gol del delantero Weber a un minuto del final forzó un tiempo suplementario. A los ’13 del primer tiempo suplementario vino el gol más polémico de las finales de la Copa del Mundo: un violento remate de Geoffrey Hurst pegó en el travesaño, picó sobre la línea y volvió al campo de juego. El árbitro no dudó y convalidó el gol ante la protesta de todos los jugadores alemanes y el delirio de los ingleses. Las fotografías posteriores demostrarían que la pelota no había ingresado, pero ya era tarde. Los ingleses habían marcado el “gol fantasma”. El VAR todavía no se había inventado… Un nuevo gol de Hurst en el segundo tiempo suplementario sentenció la victoria inglesa por 4 a 2. Los inventores del fútbol conseguían, al fin, en su propia casa, su primera Copa del Mundo, la “Copa del Mundo del escándalo”.