
* por Quimey Marfil
Luego del escándalo del Mundial anterior la FIFA había quedado cerca de la desintegración. Las federaciones nacionales de Argentina, Brasil y Uruguay habían amenazado con separarse y el órgano rector del fútbol mundial necesitaba un Mundial transparente si quería evitar males mayores. En este clima de suspicacia y desconfianza la Copa del Mundo llegaba por primera vez a México. Junto con los mexicanos, quien había presentado su candidatura, por cuarta vez, era Argentina, pero México iba a organizar los Juegos Olímpicos de 1968 y la FIFA consideró que la infraestructura que heredaría del evento olímpico serviría para la organización del Mundial. Además, la FIFA deseaba continuar expandiéndose y que la Copa se organizara en tierras que no fueran europeas o sudamericanas. Finalmente, en la votación realizada durante el XXXIV Congreso de la FIFA celebrado en Tokio en 1964, la candidatura de México se impuso por 56 votos a 32 a la de Argentina.
Más de 70 países se inscribieron para disputar las eliminatorias que determinarían los 16 participantes de la IX Copa del Mundo, que se iba a disputar bajo el mismo formato de las tres ediciones anteriores. Por primera vez África y Asia/Oceanía tendrían un cupo asegurado cada una. Europa tendría 9 representantes, Sudamérica 3 y Centro y Norteamérica 2. Por Europa clasificaron, junto con Inglaterra (vigente campeón), Rumania, Checoslovaquia, Italia, la URSS, Suecia (que eliminó a Francia), Bélgica (que dejó en el camino a España), Alemania Federal y Bulgaria. Por Sudamérica clasificaron Brasil, Uruguay y Perú, que dio la sorpresa eliminando a Argentina. La AFA había sido intervenida reiteradamente por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, el fútbol argentino era un caos y en el lapso de los últimos 3 años habían pasado cuatro presidentes y seis técnicos. Para las eliminatorias se volvió a cambiar de entrenador y se eligió a Adolfo Pedernera que, sin partido previos, debió disputar los cuatro partidos que determinarían la clasificación o no al Mundial mexicano. Nuestra selección cayó como visitante ante Bolivia y ante Perú y ganó como local por la mínima ante Bolivia. Necesitaba si o si ganarle a Perú en la última fecha para forzar un desempate entre las tres selecciones. El partido se disputó el 31 de agosto de 1969 en la Bombonera y finalizó empatado en dos goles. Argentina sumaba su peor fracaso y quedaba sin clasificar a un Mundial por primera y única vez en su historia (las anteriores ausencias en mundiales habían sido por decisiones previas). La selección tardaría 28 años en volver a disputar un partido oficial en la Bombonera.
El cupo africano fue conseguido por Marruecos, mientras que el cupo de Asia y Oceanía fue para Israel, ambos debutantes en los mundiales. Los cupos de la Concacaf fueron para los anfitriones mexicanos y para El Salvador. La clasificación de los salvadoreños es especialmente recordada por la llamada “Guerra del fútbol”: el sorteo había determinado que en las semifinales de las eliminatorias de la Concacaf se enfrentaran El Salvador y Honduras. Ambos países llevaban varios meses de conflictos diplomáticos por cuestiones fronterizas, económicas, políticas y migratorias. En ese clima de máxima tensión debían enfrentarse para ver quién jugaría contra Haití por un lugar en la Copa del Mundo. El primer partido se jugó en la capital hondureña y terminó con triunfo de los locales por 1 a 0, luego de que fanáticos hondureños les hicieron la vida imposible fuera del hotel a los jugadores salvadoreños, que casi sin dormir poco pudieron hacer en el partido. Una semana más tarde fueron los hinchas salvadoreños los que devolvieron el gesto y no dejaron dormir en toda la noche a sus rivales hondureños, que al día siguiente debieron ser escoltados por el ejército hasta el estadio. El partido finalizó con triunfo de los locales por 3 a 0, “Menos mal que hemos perdido este partido”, manifestó el entrenador hondureño. No exageraba, al término del encuentro dos hinchas hondureños fueron asesinados por fanáticos salvadoreños. Al día siguiente la frontera entre ambos países fue cerrada. La clasificación debió definirse en un tercer encuentro que se disputó en tierras mexicanas y que finalizó con triunfo de El salvador por 3 a 2 en medio de máximas medidas de seguridad. Dos semanas más tarde estalló la guerra entre ambos países, un efímero enfrentamiento de cuatro días que finalizó con un alto al fuego negociado por la OEA. El periodista Ryszard Kapuściński acuñaría este enfrentamiento como la “Guerra del Fútbol”; si bien nadie podría decir que la guerra se debió al fútbol, es innegable que la exacerbación de las pasiones desencadenada por el enfrentamiento entre ambos seleccionados precipitó la contienda bélica. El fútbol, una vez más, fue la chispa que hizo saltar por los aires las tensiones acumuladas. Tres meses más tarde El Salvador venció a Haití y clasificó por primera vez a un Mundial.
Con las 16 selecciones clasificadas estaba todo listo para jugar Mundial, que por primera vez sería transmitido a color para algunas cadenas que disponían de dicha tecnología, mientras que Adidas se convirtió en el sponsor oficial del torneo y proveedor de la primera pelota diseñada especialmente para un Mundial: la Telstar. El sorteo emparejó en el grupo 1 a México, la URSS, Bélgica y El Salvador. Mexicanos y soviéticos igualaron en el partido inaugural 0 a 0 y vencieron sus respectivos partidos a belgas y salvadoreños, clasificando ambos seleccionados a cuartos de final.
En el grupo 2 se ubicaron dos ex campeones: Italia y Uruguay, junto a Suecia e Israel. Los italianos clasificaron en primer lugar, mientras que los uruguayos se metieron en cuartos de final gracias a la diferencia de gol, luego de caer 1 a 0 ante Suecia en la última fecha y finalizar empatados en puntos. Estaba previsto que ese partido fuera dirigido por el árbitro brasileño Airton Vieira de Moraes, pero los uruguayos denunciaron un supuesto intento de soborno al juez para favorecer a los suecos. Si bien nunca fue comprobado, el presidente de la FIFA decidió reemplazar a Vieira de Moraes por el norteamericano Landauer y el escándalo no pasó a mayores.
En el grupo 3 se cruzaron los dos últimos campeones, Inglaterra y Brasil, junto a Checoslovaquia y Rumania. La selección brasilera, para muchos la mejor selección de todos los mundiales, era la máxima favorita a quedarse con el título gracias a su temible ofensiva compuesta por Jairzinho, Gérson, Tostão, Pelé y Rivelino. Brasil ganó sus tres partidos, 4 a 1 a Checoslovaquia, 1 a 0 a Inglaterra y 3 a 2 a Rumania. Los ingleses serían los otros clasificados. Por último, el grupo 4 estuvo conformado por Alemania, Perú, Bulgaria y Marruecos. Germanos y peruanos fueron los clasificados.
En cuartos de final, el Jogo bonito brasilero se impuso a los sorprendentes peruanos por 4 a 2; Alemania Federal se vengó de la final en Wembley cuatro años antes y venció a Inglaterra en otro vibrante partido 3 a 2; Italia no tuvo inconvenientes para vencer a México 4 a 1, mientras que Uruguay derrotó a la URSS en un cerrado encuentro que se definió con un gol sobre el final del segundo tiempo suplementario, a los 117 minutos de partido. Cuatro ex campeones llegaban de esta forma a las semifinales.
El fixture había determinado que las semifinales se dividieron en una sudamericana y otra europea. Brasil venció a los uruguayos por 3 a 1 luego de haber comenzado perdiendo el encuentro. La otra semifinal pasaría a la historia como el “Partido del Siglo”. Italia comenzó ganando con un gol a los 8 minutos y se mantuvo en ventaja durante todo el partido, sin embargo los alemanes empataron en la última jugada y forzaron un tiempo suplementario. A los 4 minutos del alargue los alemanes se pusieron en ventaja, pero los italianos lograron dar vuelta el marcador con goles a los ’98 y ‘104. En el segundo tiempo suplementario los alemanes volvieron a empatar el partido a los ‘110 de juego, pero sólo un minuto más tarde Gianni Rivera logró conectar un centro de Roberto Bonisegna y selló el 4 a 3 definitivo.
A las 12 del mediodía del domingo 21 de junio de 1970, 107.000 espectadores colmaron el flamante Estadio Azteca para presenciar una auténtica final intercontinental, un verdadero duelo de estilos, el fútbol-arte de los brasileros frente al “Catenaccio” italiano. La final, además, tendría otra particularidad: ambas selecciones tenían dos títulos mundiales y el reglamento establecía que el primer país en ganar tres mundiales sería el dueño absoluto de la Copa “Jules Rimet”. El público mexicano se volcó masivamente en favor de los brasileros. Brasil comenzó ganando el partido con gol de Pelé pero Italia logró empatar de la mano de Bonisegna. En la última jugada del primer tiempo cayó un centro sobre el área italiana que Pelé conectó para enviar la pelota al fondo del arco; los brasileros festejaron eufóricamente hasta que se dieron cuenta de que el árbitro alemán había terminado el primer tiempo justo cuando Pelé recibía la pelota, el gol estaba invalidado. El fantasma de la final anterior volvía a aparecer. Pero en el segundo tiempo Brasil borró toda sospecha: en un auténtico festival de Jogo bonito, los goles de Gérson, Jairzinho y Carlos Alberto liquidaron la final en favor de la verdeamarela por 4 a 1. Esta vez el que había ganado era el fútbol. Brasil volvía a ser campeón mundial con total justicia y la Copa “Jules Rimet” iría a descansar a las vitrinas de la Confederación Brasileña de Fútbol. Años más tarde, el trofeo que había sobrevivido a la II Guerra Mundial escondido debajo de la cama del presidente de la Federación Italiana, y que había sido robado en la previa del Mundial de 1966 para ser encontrado días más tarde por un perro en el patio de su casa, volvió a ser robado y nunca más fue encontrado. Al parecer fue fundido para hacer lingotes de oro, aunque hay quienes dicen que descansa en manos de algún coleccionista italiano, pero esa ya es otra historia…