A lo largo de más de dos décadas, el concepto fundamental que ha arraigado en Playa Escondida, situada a unos 35 kilómetros al sur de Mar del Plata, es el "respeto". Este rincón paradisíaco, resguardado por acantilados, ha experimentado una evolución en su valor, destacando la convivencia como un aspecto mucho más relevante que la elección de prendas para ocultar lo más íntimo de cada individuo.
Playa Escondida, reconocida como la primera playa nudista de Argentina, se ha convertido con el tiempo en un símbolo. La aceptación y el respeto son los pilares de este lugar, donde la vestimenta es secundaria y la convivencia toma el papel principal.
Desde la altura de los acantilados, se observa el cambio en la afluencia de visitantes a lo largo de los años. Lo que inicialmente fue un refugio para unos pocos aventureros en busca de un paraíso junto al mar ha evolucionado hacia una escena más concurrida, con sombrillas compartiendo espacio en esta playa única.
Oficialmente establecida por ordenanza municipal en 2001 y administrada por la Asociación Naturista del Sur desde 2002, Playa Escondida ha experimentado un crecimiento significativo en términos de infraestructura, afluencia de visitantes, atractivo y calidad de playa.
Las reglas de convivencia, sencillas y exhibidas en un pequeño cartel en la entrada, prohíben mascotas, fumar, venta ambulante y fotografías, siendo esta última la regla más importante para preservar la intimidad. En este rincón, la libertad de disfrutar del mar sin preocuparse por la vestimenta es un privilegio apreciado por aquellos que lo consideran "su lugar en el mundo".
Los testimonios, que abarcan desde aquellos que descubrieron la playa hace décadas hasta los más jóvenes, reflejan la diversidad de edades y destacan la aceptación y belleza de la imperfección. Playa Escondida ha sido un refugio para aquellos que buscan escapar de las miradas críticas y abrazar la autenticidad de sus cuerpos.
Bajo la dirección de Juanjo Escoriza desde sus inicios, el balneario ha evolucionado de ser una bahía virgen con poca infraestructura a ofrecer servicios como sanitarios, duchas, gastronomía rápida e incluso una piscina climatizada. A pesar de estos cambios, la esencia nudista y el respeto mutuo han perdurado en este rincón, donde todos, desde jóvenes hasta personas mayores de 80 años, se sienten aceptados e imperfectamente hermosos.
En Playa Escondida, desnudarse no es simplemente una elección de vestimenta, sino un "viaje de ida" que conecta con la naturaleza, la aceptación y la sensación de volver a la niñez. La historia de esta playa nudista argentina sirve como testimonio de la belleza de la diversidad y la importancia de crear espacios donde todos puedan sentirse libres y aceptados