por Isabel Mansiones, Psicoanalista secretaria de comunidad de APdeBA
La figura del abuelo varón entonces representaba a un sujeto mayor de edad, eso parecía, porque hoy miro a una persona de 70 y la veo joven, entonces me parecía una persona muy entrada en años. Eran distantes afectivamente, aunque respetuosos, poco demostrativos de sus afectos en términos de caricias y de faldas para los nietos, aunque había excepciones. Las abuelas eran en general más tiernas, transmitían las tradiciones de ellas en comidas y ocupaciones para la mujer, pero también eran exigentes como lo habían sido con ellas.
Asi que en general fuimos la primera generación en estudiar en la Universidad, siguiendo sus ideales, un orgullo para ellos, algunos de ellos solo con escolaridad primaria e incompleta en muchos casos.
La vida ha sido generosa con muchos de nosotros, gracias al desarrollo del cuidado de la salud y afortunadamente hoy podemos ejercer de abuelos y ver en los nietos nuestros retoños y la prolongación de la vida, encontrar en ellos algunos de nuestros rasgos, tanto los rasgos queridos como los que no nos gustan de nosotros mismos
Los abuelos representamos una experiencia tanto de satisfacción como de custodia y resguardo de los valores que los padres, nuestros hijos, transmiten en la educación de nuestros nietos.
A su vez los recuerdos de nuestros vínculos como nietos nos llenan de alegría, tanto si las imágenes fuesen de ir con alguno de ellos a buscar los huevos al gallinero, o esperábamos que la abuela terminara con la ropa que lavaba en una tabla de madera, para luego merendar algo rico con ella, o la acompañábamos a dar de comer a los animales que criaban dentro de lo que ellos habían construido como su unidad económica de vida.
La relación con los nietos es la historia de la construcción de recuerdos que los y nos acompañarán en la vida. Hoy compartimos otros temas y otras tecnologías con los nietos, los canales de dibujos animados, la Tablet con sus propuestas, las películas que con tanta pasión ellos buscan en sus distribuidoras preferidas. Entonces estamos sentados juntos y vamos conversando en los intervalos que nuestros nietos proponen, soportando que tecnológicamente en general nos superan.
Vamos al cine, a la plaza, a comer algo, y lo que continúa como una invariante es la fantasía en cada uno de los productos mencionados y en los libros de cuento que les gusta escuchar antes de irse a dormir.
Volvamos a nosotros como nietos, un día antes de ingresar al almuerzo familiar descubrí que las abuelas tienen aroma: huelen a tuco de almuerzo de domingo, a reunión en familia y cuando nos vamos de paseo huelen a perfume de jazmines. Y siempre tienen escondidos mis caramelos preferidos que guardan para mí en el cajón del ropero. Recordare transmitir a mis nietos el legado: “no aceptes caramelos de extraños y mira para ambos lados al cruzar la calle”. Y en esta catarata de recuerdos me vienen esas imágenes y preguntas de infancia que encontrarían su respuesta después de muchas rayuelas y escondidas. Por qué mi abuelita escuchaba la radio tan fuerte? Por qué se le arrugaban los labios cuando se acostaba a dormir?.
Volvamos al presente de nosotros como abuelos y abuelas. Descubrir las caritas de asombro, las miradas tiernas, recibir un beso y un abrazo, un gritito de ABUELAAAAAA, trajiste chocolates? Están en el ropero, pero ellos nos esperan como visitas y que llevemos lo que guardamos para ellos, porque están en nuestros pensamientos en una línea de existencia permanente que no molesta, por el contrario gratifica
Las piyamadas y esos rostros al despertar con los pelos revueltos y ese aliento a brontosaurio, y salir a buscar caracoles asistiendo al nacimiento de un bello ser humano, con pinceladas de papa y mama que van tejiendo el lienzo familiar. Irán construyendo al decir de Fito Pez recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar, aromas que me quiero llevar.
*Alcira Esteves, Lic. en Psicología miembro del EIMFSI (equipo de intervención multifamiliar de San Isidro)