La importancia de la familia en la Salud Mental
El ser humano nace con un potencial a desplegar cuyo desarrollo dependerá de que se encuentre con un ambiente facilitador para poder lograrlo: la madre, el padre y la familia.
Trataré de enumerar algunos de los criterios de madurez afectiva que podemos tener en cuenta para hacer, si queremos, una autoevaluación de nuestra salud mental que nos permita saber si necesitamos buscar ayuda en otras personas, incluso en algún profesional de la salud mental. Es importante poseer:
Habilidad para guiarse de acuerdo con la realidad;
Capacidad de guiar la vida según valores profundos y duraderos;
Una conciencia moral adulta;
Capacidad de amar a otro con un grado adecuado de amor a sí mismo;
Una agresividad razonable;
Capacidad de ser independiente simultáneamente con la capacidad de depender necesaria para poder convivir con otro;
Tolerancia a las frustraciones;
Una satisfactoria adaptación de la sexualidad;
Un apropiado ajuste de la actividad laboral.
Es muy importante poder disfrutar de los placeres que la vida familiar brinda. Nutrirse de ellos es imprescindible, dan fuerza para resistir los momentos difíciles. La diversión, los festejos, celebraciones, la recreación, la posibilidad de jugar, ir de vacaciones, descansar y disfrutar del tiempo libre, participar de actividades sociales, culturales y deportivas abren la familia hacia la sociedad.
La importancia de una existencia creativa es la base de la salud mental. Me refiero a la que surge de nuestras motivaciones y que tiene un lugar importante en nuestras vidas y que permite vivir la vida de una manera personal, con una perspectiva propia y de amar desde el propio centro de su ser.
Pero ¿cómo lograr desarrollar una existencia así?
La salud mental de los hijos está condicionada en un alto grado por la estructura familiar a la que pertenecen, que deberá proveerlo de la protección y el amparo imprescindibles para el
normal desarrollo psíquico. Es decir: que favorezca la concreción de ese proyecto de persona que hay en todo niño que nace pasando de la vida biológica a la vida personal y encarnada -como
dice Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, desplegando su verdadero ser sin ser moldeado según las expectativas de los padres y el ambiente, sino reconocido, mirado y aceptado en lo que lo distingue de los otros”.
Por tal motivo es fundamental el predominio de la confianza sobre la imposición en la educación, pero sin descuidar que durante la inmadurez de las etapas de crecimiento los hijos necesitan
del cuidado amoroso de los padres para no ejercer una aparente autonomía antes de estar preparados para ello en su camino hacia la libertad.
Los padres tienen que asumir el árduo trabajo de ayudarlos a crecer hasta llegar a ser adultos, en lo físico y en la interioridad también, es decir que logren madurez psíquica, y tratan de trasmitirles los valores permanentes de la dignidad humana y de nuestra cultura, según sus propias convicciones.
Esta función no puede ser sustituida satisfactoriamente por otras instituciones hasta la adolescencia inclusive, período que en la actualidad se ha prolongado en varios años en comparación con épocas anteriores.
La educación favorable incluye la transmisión de normas, valores coherentes y el promover el
desarrollo de la personalidad del hijo y que sea realizada por ambos padres, es una coeducación.
Esto promueve la salud mental de los hijos constituyéndose en una prevención de trastornos
psíquicos posteriores. Lamentablemente hay muchas personas que están desamparadas por
diferentes motivos, no voy a referirme en particular a ellos aquí, pero no quiero dejar de
mencionar que no tienen acceso a una alimentación, salud y educación adecuadas, viven sin los
recursos necesarios, lo que dificulta la crianza y crecimiento saludable de los hijos.
La comunicación en la familia deberá ir adaptándose a la edad que tengan los hijos.
La relación de la madre con su bebé permitirá el desarrollo del hijo y la estructuración de su psiquismo, en la medida en que vaya estableciéndose un vínculo adecuado, empático donde ella pueda satisfacer las necesidades del niño, es decir “una madre suficientemente buena” dice Winnicott. El papel del padre, en el inicio, es el de sostén de la madre, conteniéndola y frenando los estímulos externos a la díada madre-hijo al ir resolviendo, dentro de lo posible, solo o con ayuda de otros, los problemas propios de la vida diaria.
En la medida en que los hijos crecen habrá que buscar otros modos de comunicación con ellos, manteniendo espacios privados para la pareja.
Le doy particular importancia a la palabra como medio de comunicación de los pensamientos y de los sentimientos, además de la comunicación afectiva por medios no verbales. La capacidad de conceptualización es importante en este sentido.
Buscar las palabras adecuadas para expresar de modo que el otro entienda lo que se quiere trasmitir; esperar el momento adecuado y saber callar si el otro no puede en ese momento escuchar o si no quiere hacerlo –el sentido del tacto- son formas que ayudan a tener una relación madura.
Aprender a prever las reacciones del otro es indispensable para poder encontrar soluciones adecuadas en casos de conflictos.
Para finalizar considero que la familia se constituye en un verdadero factor de cambio social y a pesar de las influencias negativas que recibe en esta época puede igualmente, con mucho esfuerzo, cumplir sus funciones lo más adecuadamente que pueda. En este sentido la participación de las familias en organizaciones más amplias que defiendan los mismos valores y prosigan metas en común, revitalizarán a sus integrantes y harán menos pesada la lucha.
Lic. Rosa Schenkel (MN 52592)
Psicóloga, Psicoanalista, Miembro titular de APdeBA (Cocoordinadora del Área Winnicott) Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
Octubre de 2024